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Artículo.- Los tiempos difíciles se superan con solidaridad no con represión

Vivir la pandemia por COVID-19 es como estar en mundos paralelos; por un lado, la gente que sigue al pie de la letra los protocolos de seguridad difundidos por los tres niveles de gobierno, por otro lado, están quienes por necesidad tienen que salir de sus casas para trabajar y de esta manera poder llevar alimento a sus hogares.

Si bien es cierto que a través de los años los mexicanos hemos dado muestras de solidaridad en tiempos difíciles, hoy se requiere hacer un esfuerzo más grande en este sentido. Por eso, quienes se encuentran en nóminas gubernamentales por prestar sus servicios profesionales como empleados, maestras o maestros, etcétera tienen esa gran oportunidad: ¡ayudar al prójimo!

Se puede ayudar no solo comprando los productos hechos en nuestro país, sino organizando cadenas de obsequio de despensas para quienes les ha pegado fuerte la crisis que no tiene fecha para su conclusión. Todo depende del descubrimiento y la aplicación masiva de una vacuna.

Para ir en orden, la solidaridad puede comenzar con el apoyo con víveres a sectores con los cuales han estado muy cercanos, ya sea trabajadores que hoy día no tienen empleo; o vecinos de los que se sabe ya no cuentan con ingresos económicos.

En el caso de las organizaciones sindicales, la ayuda puede brindarse a las y los reporteros de la fuente, a personal de apoyo eventual, a amigas o amigos sin trabajo. Llevar a cabo acciones de compasión fortifica al espíritu; por ende, a las personas.

Que mal hacen lo gobernantes que en vez de establecer mecanismos de ayuda alimentaria usan la fuerza pública para impedir el comercio popular bajo el argumento de garantizar la “sana distancia”, cuando en el despliegue de elementos policiales no se respeta esta norma: cotidianamente vemos policías (hombres y mujeres) acarreados en camionetas o formados en masa en centros públicos como explanadas de mercados o en avenidas principales, incluso sin cubre bocas.

Con ese tipo de acciones, las autoridades represoras están abonando al surgimiento de la delincuencia para la subsistencia. Cuando los seres humanos se encuentran desesperados por alguna situación, llegan a este extremo orillados por la necesidad. Las autoridades deben ser precavidas y astutas para garantizar la sana convivencia. El camino es el uso de la razón, de la inteligencia para aplicar medidas de beneficio colectivo que contagien ambientes armoniosos aun en tiempos de crisis.

Que se requiere garantizar la sana distancia, se puede hacer. En países europeos y en el propio Estados Unidos de Norteamérica donde se ha relajado el ambiente se han marcado espacios donde puede colocarse una persona, ya sea para recrearse en un jardín público, en la playa, ¡hasta en conciertos o discotecas! De que se puede, se puede, sólo falta voluntad política y, sobre todo, tolerancia.

 

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